domingo, 19 de abril de 2009

Madrugadas de fin de semana...*

Estoy borracha. Me he bebido la mitad de una botella de vino. Y mi cama está sola, no habrá nadie abrazándome cuando apague las luces. En la mesa del salón... bueno, eso es un desastre; un paquete de kikos a la mitad, una botella casi vacía, un vaso al que le estoy dándo el último trago y apuntes de italiano desperdigados por el cristal.


Resumiendo, diré lo siguiente; el chico al que quería está con otra, el chico con el que jugaba lo he mandado a tomar por saco y ahora resulta que duermo con el enemigo.


Mi vida es un caos y lo desconcertante es que me estoy empezándo a acostumbrar. No voy a dar pena, nadie sabe lo que me pasa por la cabeza. Pero en algún sitio tenía que dejar constancia de que es domingo, estoy borracha y hecho de menos al enemigo. Me estoy enamorándo de él. Y lo triste es que me cuenta mentiras que me quiero creer verdades... como la de ayer por la noche; que el tio que me dejó escapar fue gilipollas porque yo era guapa e inteligente, y que no lo decía porque le cayera bien, sino porque era lo que tenía delante. Después me quede dormida en sus brazos y ni siquiera intentó besarme o meterme mano. Maldito cabrón, me tuve que ir de su lado porque la iba a chafar.











Como la gilipollas que soy, metiéndome donde no me llaman y bebiendo para olvidar.

viernes, 17 de abril de 2009

Gritos ahogados sin palabras coherentes*


Mírate al espejo querida, ¿qué es lo que ves? No te reconoces en este estado, y la imagen que tienes delante de ti no ayuda. Necesitas depilarte las cejas, y el corrector de ojeras es bastante útil. Mírate, ¿no te das cuenta de que estás dejando de pensar otra vez? vuelves a dejarte llevar, a ser títere de nadie que vaga borracha por la ciudad. Has vuelto a beber, y has vuelto a drogarte. Te levantas porque es lo que tienes que hacer, y ya ni siquiera te hace ilusión remolonear en la cama. Solo piensas en la hora de la copa, cuando todo se marcha, cuando te quedas sola... que no en soledad, sola sin tus obligaciones, sin tus esperanzas. Sola contigo, el alcohol y el amor de una noche como única compañía.


Al menos has dejado de fumar, por lo que poco a poco va entrando aire en tus pulmones. Has perdido la fe en el amor. La amistad se te torna algo demasiado complejo de entender a medida que los llamados amigos van desapareciendo ahora que los necesitas tanto. La familia es otra historia, sientes que ya no te comprenden, quieres huir, saltar, desaparecer.




Y solo esperas las siete de la tarde, sabiendo que durante tres días solo habrá trabajo, alcohol y olvido. Las palabras superfluas de una noche. La vida que se te marcha para siempre y a la que ya no tienes fuerzas para decirle adiós.






He vuelto al punto en el que decidí huir. Querido extranjero... quizás necesite volver a tí de nuevo.













Y la esperanza naufragó de nuevo, a la deriva, sin una maldita tabla para salvarse